dijous, 30 de gener del 2014

Podemos como código abierto

Jorge Moruno Danzi

La iniciativa lanzada por Podemos ha conseguido recabar en un periodo de tiempo muy corto, muchos más apoyos de los 50.000 que se habían planteado de cara a verificar si entre la ciudadanía, existía la demanda de un proyecto con estas características. Podemos no es un partido, ni siquiera es todavía una apuesta electoral, se  presenta entonces como una iniciativa abierta al conjunto de la ciudadanía. Podemos propone un método participativo a través del cual se pueda incluir cualquier persona sin necesidad de contar con una afiliación. Esta apuesta tiene como principal objetivo encontrar su fuerza y razón de ser en el protagonismo de la población, para que la gente haga de ella algo suyo y propio y no un ente ajeno al que simplemente apoya como espectador. En la línea de la intención unitaria y de amplia convergencia con el conjunto de fuerzas sociales y políticas que se movilizan contra los recortes y a favor de la democracia, para participar en los círculos podemos, ya sean por territorios o por sectores, nadie tiene porqué renunciar a sus militancias y afinidades en organizaciones sociales y políticas. Círculos en las ciudades, en los barrios, en el trabajo, donde nadie quede excluido, ni nadie tenga por qué verlo como un proyecto cerrado, sino abierto. 

Mucho se ha comentado sobre si esta iniciativa  divide a la izquierda y favorece a la derecha. Creo que es una visión engañosa y profundamente ideologizada, porque se podría decir lo mismo pero al contrario, que uno no divide, sino que el otro no une y ubicar así “la culpa” en quien “no hace nada por unir”, en lugar de quien irrumpe en escena. Es una discusión que podría ser interesante en otro momento y en cualquier caso, lo mejor es siempre plantearla de la manera más sana y abierta teniendo en cuenta que las “verdades” no son eternas sino construidas, y nada se legitima per se al margen de la realidad material. Pero más allá de ese eterno debate que a veces adopta el tono de patio de colegio, lo que está encima de la mesa no es eso. Lo fundamental  no es “unir lo existente”, o “unir lo que ya  hay con lo que sale”, eso creo, supondría tener unas miras bastante  limitadas. El verdadero reto ideológico no se encuentra en los confines de lo conocido, sino en el desborde de lo hasta ahora posible. En superar nuestras propias barreras y conseguir ser y construir un catalizador que pueda irrumpir más allá de cualquier organización concreta: ser un código abierto, hacerse pueblo. Aquí es donde reside la verdadera importancia de la naturaleza abierta, desde donde se combinen y recombinen las gentes de cada territorio. Esto es crucial para ubicar el debate donde realmente debe estar. La iniciativa podemos no es interesante porque pueda dividir o unir a la izquierda, esas son batallitas insignificantes, su atractivo debe servir para dar cuerpo a la brecha ya abierta, la que separa al pueblo, al demos, del régimen de los ladrones. No se trata de unir lo existente, sino de superar los límites de lo que hasta ahora se presenta como el único horizonte conocido. No se trata de aglutinar a la izquierda, sino que los de abajo consigan poder y se produzca una escisión popular a favor de la democracia y en contra de la servidumbre. Hay que salir de la cueva, oxigenar el ambiente.

Por supuesto no todo cabe, los DDHH son un suelo mínimo común desde donde se van dibujando algunos puntos clave en los que trabajar: democracia y soberanía popular, método colaborativo, defensa y actualización de los servicios públicos y sociales, reparto de la riqueza y del empleo. La democracia siempre aparece como algo desmesurado y quien le tenga miedo, siempre aparecerá temeroso ante la política. Democracia, que no es otra cosa, tal y como decía Platón y nos recuerda el filósofo Rancière, que el desorden del dominio, el desorden de los deseos populares que expresa la potencia de la multitud construyendo un orden distinto.