David Torres
Después de su interrogatorio en un plató de televisión, el pequeño Nicolás ha pasado la mayoría de edad. Ya no sabemos si llamarlo Nicolás, si llamarlo Francisco, o si llamarlo de usted. Los nicólogos del país se dividen en dos facciones irreconciliables: los que lo consideran un pobre enfermo mental, un friki del poder que se fingió un enviado de la Zarzuela porque Juego de tronos se le quedó obsoleto; y los que lo consideran un Mozart de los pasillos, un peón sacrificado del PP, un cachorro adelantado de Nuevas Generaciones al que le salieron demasiado pronto los dientes.
La primera lectura, que parecía obvia en los primeros instantes del nicolasismo, pasa por alto esa inverosímil serie de fotografías donde el chaval posa al lado de los principales líderes de la derecha (Mariano, Jose Mari, Ana Botella, Esperanza Aguirre), por no hablar de su presencia en el besamanos real. Demasiado para un friki. A esos pobres locos que se saltan las tapias oficiales porque creen ser hijos del presidente del gobierno o del rey no van a detenerlos seis agentes de Asuntos Internos, ni los mantiene incomunicados un juez durante 72 horas, ni el fiscal pide prisión sin fianza. Tampoco es muy habitual que a un simple zumbado lo desmientan casi instantáneamente desde la Zarzuela.
La segunda lectura se contradice abiertamente con una serie de hipótesis inexplicables que pueden resumirse brevemente con el interrogante de qué pintaba realmente Nicolás en los tejemajenes del caso Pujol o en el tira y afloja entre Manos Limpias y la Casa Real. Menos aun se entiende en calidad de qué estaba sentado un menor de edad en las negociaciones secretas de Eurovegas. Sin embargo, no hay que olvidar que hablamos de un partido que envió a un alevín del espionaje a la isla de Cuba para conspirar con los principales disidentes del castrismo con el resultado de espachurramiento, doble homicidio y mofa internacional. Enfrentado en un careo con el inconcebible y fidedigno Carromero, no hay duda de que este enigma adolescente de ojos azules hubiera salido vencedor por K.O. Si la mitad de lo que cuenta es verdad (y el material fotográfico ya es de por sí bastante inexplicable), deberíamos preguntarnos qué hubiese ocurrido en Cuba de haber enviado a Nicolás en lugar de a una infracción de tráfico con patas. Para empezar, él habría contratado a un chófer.
Creo que una posible respuesta se halla en el último y apasionante libro de Javier Cercas, El impostor, cuando en los primeros capítulos el autor se pregunta cómo pudo un perfecto don nadie hacerse pasar por un superviviente del Holocausto, engañando durante tres décadas a docenas de historiadores, políticos y víctimas de los campos de concentración. Enric Marco, un anciano barcelonés, llegó a presidir la Amical de Mauthausen gracias a su labia y a su inventiva increíble, y no sólo eso, sino que también se inventó un pasado alternativo de resistente antifranquista que no era más que otra enorme y alambicada trola. Cercas da con una clave psicológica fundamental al concluir que una mentira, para engañar a todo el mundo, debe amasarse con trozos de verdad. Marco no estuvo en el campo de Flossenbürg, como él cuenta, pero sí en una cárcel de Kiel donde fue a parar por alardear de anarquista con unos compañeros que lo denunciaron, y su breve estancia en prisión durante el franquismo no tuvo que ver con su ficticia actividad política sino con un robo corriente y moliente.
Del mismo modo, es muy posible que Nicolás haya mezclado en la coctelera de su imaginación hechos auténticos con medias verdades hasta construir una fantasía delirante de la que la primera víctima es él mismo. Se ha enredado completamente en ella, como el barón de Münchhausen, como Enric Marco cuando empezó, también muy joven, a cocinar embustes y ensueños de heroísmo. Va a ser muy difícil, pero también fascinante, asistir al momento en que las mentiras se derrumben y ver qué clase de verdad aparece en medio. Sospecho que, de aparecer alguna vez, no nos va a gustar mucho, teniendo en cuenta que vivimos en un país donde Roldán llegó a director general de la Guardia Civil y donde el actual presidente del gobierno no ha dicho una sola verdad hasta la fecha.
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