Juan Torres López. Catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Sevilla
No ha tenido que pasar mucho tiempo para que el Gobierno de Mariano Rajoy muestre una vez más que
el Partido Popular, como ya ocurriera con Aznar,
no sabe llegar al poder o mantenerse en él sin mentir constantemente.
Lo hizo cuando Rajoy propugnaba medidas en la oposición para criticar a
Zapatero que sabía perfectamente que no podría cumplir cuando
gobernase. Y no ha dejado de mentir desde que ha llegado a la Moncloa
para ocultar los verdaderos motivos de lo que está haciendo.
Como demostramos Vicenç Navarro, Alberto Garzón y yo en nuestro libro
Lo que España necesita. Una réplica con propuestas alternativas a la política de recortes del PP (Editorial Deusto, 2012),
Rajoy se ha tragado todas sus antiguas propuestas y críticas. En lugar de hacer lo que decía que haría,
ha subido impuestos, ha recortado pensiones y servicios públicos esenciales,
y lejos de aplicar lo que él llamaba la política "que Dios manda", no
ha hecho otra que la que le han mandado hacer los mismos de siempre.
Además,
Rajoy y sus ministros han mentido constantemente cuando llamaban de una
manera a lo que es otra, y cuando decían perseguir objetivos que es
imposible alcanzar con las medidas que ponían en marcha.
Han dejado escapar a los evasores fiscales diciendo que luchan contra el fraude y llamando gravamen de activos ocultos a una vergonzosa amnistía fiscal,
han subido impuestos diciendo que lo que establecían era un "recargo temporal de la solidaridad",
aumentaron el IVA diciendo que no se trataba de subirlo sino de "cambiar la ponderación de los impuestos para favorecer el crecimiento",
o imponen copagos diciendo que se trata de aumentar la corresponsabilidad.
Al mismo tiempo, han seguido utilizando una retórica falsa
para disimular ante la gente normal y corriente la naturaleza real de
lo que vienen haciendo. Han seguido afirmando que eran solo las cajas de
ahorros las que tenían problemas para así hundirlas definitivamente y
poder entregarles en bandeja a los bancos el mercado que habían ocupado
en los últimos años; han proyectado reformas financieras diciendo
siempre que las hacían para que volviese a fluir el crédito, cuando era
evidente que así no se iba a conseguir porque solo se estaba tratando de proteger aún más a las grandes entidades.
Han creado un llamado banco malo pero no para regenerar el sector
inmobiliario y poder impulsar otra política de vivienda, sino también
para que los contribuyentes paguemos la irresponsable política crediticia de los bancos.
Y, por supuesto, han hecho todo ello sin mostrarle claramente a la
ciudadanía la factura tremenda que han supuesto todas esas ayudas a los
privilegiados. Han hecho una reforma laboral solo para dar más poder al
gran empresariado diciendo que se hacía porque así se crearía empleo,
cuando era imposible que eso se pudiese conseguir de ese modo, como
perfectamente han demostrado los hechos que tratan de silenciar.
El Gobierno
de Rajoy se empeña en sostener la gran mentira que supone afirmar que
realiza una política de austeridad que puede llevar a resolver el
problema de la deuda y generar más actividad cuando la realidad es que
así solo se consigue debilitar los servicios públicos para facilitar más
tarde su privatización.
Nada se va a ahorrar con esos recortes.
Sabemos a ciencia cierta que provocarán una subsiguiente caída de la
actividad que disminuirá aún más los ingresos y que, cuando se
privaticen, los servicios serán más caros no solo para los usuarios sino
para las administraciones públicas, tal y como ya ha ocurrido en otros
países. Ni tampoco se va a conseguir que disminuya la deuda
desmantelando las fuentes de generación de ingresos, no ya a medio y
largo plazo sino incluso a corto, porque la deuda sube como la espuma
por la suma ingente de intereses que van a la banca privada y por la
caída de ingresos, y no solo porque haya más gastos corrientes.
En este año de políticas de recortes constantes no solo
se han cercenando derechos sociales y personales.
Con ellas, a Rajoy le cabe el triste mérito de haber llevado a España a
ser la sociedad más desigual de la eurozona, demostrando así que el
resultado efectivo de sus políticas no es otro que devolver a los grupos
oligárquicos los pocos privilegios conseguidos en el franquismo que
habían perdido en la etapa democrática.
Con el
incremento tan extraordinario de la desigualdad
que se viene produciendo va de la mano una caída en el ingreso y en el
consumo de la inmensa mayoría de la sociedad que produce también el
debilitamiento constante de la demanda y el mercado interno que
alimentan a las pequeñas y medianas empresas que son las que crean la
inmensa mayoría del empleo en España. La terrible tragedia es que el
gobierno ayuda con docenas de miles de millones de euros a los bancos y
grandes empresas que destruyen empleo mientras que destruye las bases
para que lo puedan crear las más cercanas al terreno productivo. Ver
para creer:
el Gobierno de extrema derecha de Rajoy y la gran patronal, de la mano a la hora de promover reformas y políticas de austeridad,
se han convertido en los grandes destructores de empresas y de capacidad de crear empleo.
Si el Gobierno de Rajoy no cambia urgentemente de políticas en la línea que hemos propuestos en otros textos,
el paro llegará a niveles desorbitados en los próximos meses y la economía, lejos de recuperarse como dicen sus ministros sin el más mínimo fundamento, se hundirá cada vez más.
Es
verdad que la táctica de meter la cabeza debajo del suelo y de engañar a
tirios y troyanos de Rajoy al menos ha dado como resultado positivo que
España no haya sido intervenida completamente y que solo se haya
producido la menos mala vinculada al rescate de la banca. Pero es muy
difícil creer que eso será suficiente y que bastará con que Rajoy se
siga limitando a dar el esquinazo a Europa, sin enfrentarse
decididamente a
las imposiciones alemanas que crean más problemas que los que resuelven.
Hace
falta más inteligencia y más patriotismo para resolver los problemas
económicos que tenemos sobre la mesa. Y muchas menos mentiras, además de
mucha más solidaridad y sensibilidad hacia los que sufren en mayor
medida los daños de la crisis.
El Partido Popular y el Gobierno de
Rajoy lleva un año haciendo frente a la crisis con el grito de guerra
que una diputada indiscreta proclamó sin disimulo:
"¡Que se jodan!"
. Y el momento en el que estamos es el de decidir si creemos que esta
es una forma efectiva y ética de salir del agujero en donde estamos o si
queremos acabar ya con la traición y la torpeza de nuestros
gobernantes.
España tiene que plantearse otros asuntos de fondo de
los que el Gobierno de Rajoy no quiere oír ni hablar,. Es preciso poner
sobre la mesa que
no se puede seguir pagando una deuda que es un negocio ilegítimo de una minoría, que hay que acordar
otro modo de repartir los costes y
los beneficios que se han generado en nuestra economía, y que hay que
tener una actitud muy diferente ante el drama que ha ocasionado la
conducta irresponsable de los banqueros.