David Torres
“Todo el mundo miente” era el lema del doctor House antes de que el PP lo empleara de escudo heráldico. Bárcenas miente, de acuerdo, pero no sabemos si empezó a mentir hace tres meses, hace tres años o hace treinta y ocho. Todo lo que dice Mariano es cierto, salvo alguna cosa, y una de ellas puede ser esa misma proposición. Entre desmentidos, promesas incumplidas, cuadernos de cuentas alternativos, facturas textiles, profecías fallidas e indemnizaciones en diferido, la nave del gobierno avanza entre tal cenagal de trolas y medias verdades que ya no se distingue si la mentira es la hélice o el motor; el capitán o la tripulación al completo; el barco, el mar o las gaviotas.
Tras el último torpedo del corsario Bárcenas, a la contramaestre Cospedal no le ha quedado más remedio que soltar una de sus frases para la posteridad: “Las mentiras no se documentan”. Y lo dice la misma señora que ganó unas elecciones con un programa electoral falsificado de la primera hasta la última letra, en un partido cuyos cuatro tesoreros se encuentran fuera de la ley y requeridos por la justicia, y bajo la égida de un presidente que no dice una sola verdad así hable de impuestos, de habanos, de etarras o de hilillos. Ya advierte un refrán ruso que con las mentiras se puede llegar muy lejos, sí, pero que lo que no se puede es volver.
Sin despeinarse, que para eso gasta peineta, Cospedal asegura que la contabilidad del PP es diáfana y transparente. Ése es precisamente el problema: la transparencia, que no es lo mismo que la limpieza. Porque la mierda no es que se vea a través del cristal, es que ya rebosa del jarrón y da mucho asquito. Tienen de símbolo una gaviota, pero cualquier día, como Gregor Samsa, se despiertan con una cucaracha.
Pobre María Dolores. Que las mentiras no se documentan, dice, cuando hasta hace nada Bárcenas era un hombre honrado, intachable, por el que ponían la mano en el fuego y ahora lo que ponen en la mano es pomada. Cuando no tenía despacho en Génova y lo que tenía era un cortijo. Cuando no cobraba dinero del PP y luego sí había cobrado pero en diferido con un finiquito simulado. Cuando la historia completa del PP, desde las armas de destrucción masiva hasta el bigote de Jose Mari, está escrita con típex. Empezaron con Goebbels de referencia ética y han acabado con Pinocho de libro de cabecera. El recado personal de Bárcenas a María Dolores es una comisión de doscientos mil euros por la adjudicación de un contrato de basuras en Toledo. Basuras y comisiones: ya sólo les falta hablar en italiano para sacar un spin-off de Los Soprano con queso manchego.
“Todo el mundo miente” era el lema del doctor House antes de que el PP lo empleara de escudo heráldico. Bárcenas miente, de acuerdo, pero no sabemos si empezó a mentir hace tres meses, hace tres años o hace treinta y ocho. Todo lo que dice Mariano es cierto, salvo alguna cosa, y una de ellas puede ser esa misma proposición. Entre desmentidos, promesas incumplidas, cuadernos de cuentas alternativos, facturas textiles, profecías fallidas e indemnizaciones en diferido, la nave del gobierno avanza entre tal cenagal de trolas y medias verdades que ya no se distingue si la mentira es la hélice o el motor; el capitán o la tripulación al completo; el barco, el mar o las gaviotas.
Tras el último torpedo del corsario Bárcenas, a la contramaestre Cospedal no le ha quedado más remedio que soltar una de sus frases para la posteridad: “Las mentiras no se documentan”. Y lo dice la misma señora que ganó unas elecciones con un programa electoral falsificado de la primera hasta la última letra, en un partido cuyos cuatro tesoreros se encuentran fuera de la ley y requeridos por la justicia, y bajo la égida de un presidente que no dice una sola verdad así hable de impuestos, de habanos, de etarras o de hilillos. Ya advierte un refrán ruso que con las mentiras se puede llegar muy lejos, sí, pero que lo que no se puede es volver.
Sin despeinarse, que para eso gasta peineta, Cospedal asegura que la contabilidad del PP es diáfana y transparente. Ése es precisamente el problema: la transparencia, que no es lo mismo que la limpieza. Porque la mierda no es que se vea a través del cristal, es que ya rebosa del jarrón y da mucho asquito. Tienen de símbolo una gaviota, pero cualquier día, como Gregor Samsa, se despiertan con una cucaracha.
Pobre María Dolores. Que las mentiras no se documentan, dice, cuando hasta hace nada Bárcenas era un hombre honrado, intachable, por el que ponían la mano en el fuego y ahora lo que ponen en la mano es pomada. Cuando no tenía despacho en Génova y lo que tenía era un cortijo. Cuando no cobraba dinero del PP y luego sí había cobrado pero en diferido con un finiquito simulado. Cuando la historia completa del PP, desde las armas de destrucción masiva hasta el bigote de Jose Mari, está escrita con típex. Empezaron con Goebbels de referencia ética y han acabado con Pinocho de libro de cabecera. El recado personal de Bárcenas a María Dolores es una comisión de doscientos mil euros por la adjudicación de un contrato de basuras en Toledo. Basuras y comisiones: ya sólo les falta hablar en italiano para sacar un spin-off de Los Soprano con queso manchego.
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