Allá por el siglo XIII vivió un santo
varón de nombre Prudencio al que le entró la vocación de dedicar su tiempo
al Señor. Así que entró de fraile en un convento franciscano de la época.
El convento, de clausura, estaba en un remoto rincón de las montañas, lejos
de cualquier núcleo habitado. La vida en el convento era de recogimiento
y oración. El resto del tiempo lo dedicaban a las más arduas tareas agrarias
u oficios manuales para procurar la autosuficiencia del convento.
En la vida cotidiana estaba prohibido cualquier contacto, ya fuere carnal o verbal entre los miembros de la comunidad. Sólo, cada cinco años, el padre prior les congregaba en la sala capitular del monasterio y les permitía decir un máximo de 3 palabras por hermano.
Así que cuando fray Prudencio llevaba 5 años desde su entrada en la orden, el padre prior, fray Domingo de la Cruz Perpetua, les convocó en la sala capitular para “desengrasarles” la garganta. Así que instó a fray Antonio de la Buenaventura para que pronunciara sus palabras:
-Fray Antonio: Ora pro nobis.
Ahora usted, fray Francisco del Señor:
-Mater divine gratia.
Ahora usted, fray Manuel de los Santos:
-Ave Maria.
Y así fue nombrando uno por uno a todos los hermanos de la comunidad hasta llegar a nuestro Prudencio.
Ahora usted fray Prudencio de la Gracia.
-Comida mala!
Tuvieron que pasar cinco años antes de que el padre prior volviera a reunir a la comunidad religiosa en la sala capitular. Y de nuevo instó a los hermanos a que hablaran. Otra vez se iban repitiendo los formulismos propios de la tradición de la comunidad hasta llegar a fray Prudencio:
-Cama dura!!
Fray Prudencio, al igual que todos los miembros de la comunidad tuvo que esperarse otros cinco años para poder hablar delante de los hermanos. Cuando le instó el padre prior, dijo:
-Me voy!!!
A lo que el padre prior le respondió:
NO ME EXTRAÑA NADA, LLEVA QUINCE AÑOS PROTESTANDO!!!
NOTA: Cuenta la historia que al cabo de los años, durante los cuales la transmisión oral de los hechos habían circulado de boca en boca y se habían escrito varios libros sobre las vivencias de Prudencio en la comunidad franciscana, algunos sindicatos lo adoptaron como patrón y ejemplo de conducta reivindicativa.
En la vida cotidiana estaba prohibido cualquier contacto, ya fuere carnal o verbal entre los miembros de la comunidad. Sólo, cada cinco años, el padre prior les congregaba en la sala capitular del monasterio y les permitía decir un máximo de 3 palabras por hermano.
Así que cuando fray Prudencio llevaba 5 años desde su entrada en la orden, el padre prior, fray Domingo de la Cruz Perpetua, les convocó en la sala capitular para “desengrasarles” la garganta. Así que instó a fray Antonio de la Buenaventura para que pronunciara sus palabras:
-Fray Antonio: Ora pro nobis.
Ahora usted, fray Francisco del Señor:
-Mater divine gratia.
Ahora usted, fray Manuel de los Santos:
-Ave Maria.
Y así fue nombrando uno por uno a todos los hermanos de la comunidad hasta llegar a nuestro Prudencio.
Ahora usted fray Prudencio de la Gracia.
-Comida mala!
Tuvieron que pasar cinco años antes de que el padre prior volviera a reunir a la comunidad religiosa en la sala capitular. Y de nuevo instó a los hermanos a que hablaran. Otra vez se iban repitiendo los formulismos propios de la tradición de la comunidad hasta llegar a fray Prudencio:
-Cama dura!!
Fray Prudencio, al igual que todos los miembros de la comunidad tuvo que esperarse otros cinco años para poder hablar delante de los hermanos. Cuando le instó el padre prior, dijo:
-Me voy!!!
A lo que el padre prior le respondió:
NO ME EXTRAÑA NADA, LLEVA QUINCE AÑOS PROTESTANDO!!!
NOTA: Cuenta la historia que al cabo de los años, durante los cuales la transmisión oral de los hechos habían circulado de boca en boca y se habían escrito varios libros sobre las vivencias de Prudencio en la comunidad franciscana, algunos sindicatos lo adoptaron como patrón y ejemplo de conducta reivindicativa.
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