Juan Torres López
El pasado 25 de mayo, el Consejo Político Federal de Izquierda Unida hizo público un comunicado ratificando su compromiso para alcanzar un amplio acuerdo político y social destinado a “aglutinar en la movilización y en las luchas a quienes apuestan por una salida social de la crisis, configurada de forma colectiva, un lugar de encuentro y coordinación, de quienes desarrollamos la misma lucha en diferentes planos”. Convencida de que es el momento de “la rebelión democrática”, IU apuesta en el documento por “derribar tabiques, buscar puntos de encuentro, resaltar lo que nos une, minimizar lo que nos separa para coordinar esfuerzos y sobre todo sumar energías, de forma que nos planteemos, no sólo hacer frente a las agresiones del capital, sino sobre todo, construir una alternativa de futuro que dé sentido a las luchas que hoy desarrollan miles de personas en todo el Estado, una Alternativa con vocación de llegar a la mayoría social”.
En mi opinión es una buena propuesta política que muestra un modo generoso de acercase a los demás y que puede contribuir muy positivamente a dar la respuesta política efectiva que se precisa desde hace tanto tiempo para frenar la agresión que ahora realiza el Partido Popular.
Con ánimo de contribuir a esa iniciativa, se me ocurren algunas ideas que expreso con el simple deseo de evitar que se vuelva a ofrecer algo solo un poco diferente pero en esencia más de lo mismo que tenemos ahora.
Como digo, es muy valioso el ofrecimiento de Izquierda Unida pero al mismo tiempo creo que no se puede olvidar que mucha gente sigue viendo a esa fuerza política como una parte más, bien es cierto que distinta, del entramado partidario de la transición, de un modo viejo de hacer política. No se puede negar que IU ha estado siempre en posiciones alejadas de la que han mantenido los partidos mayoritarios, pero también lo es que sus continuas disensiones internas, casi siempre cerradas de modo traumático y poco ejemplar, los postulados arcaicos y dogmáticos que defiende una parte de su militancia, su incompleta apertura a las mujeres, ecologismos y otros movimientos alternativos, o la incoherencia de algunos de sus representantes en instituciones de gobierno o entidades financieras, no le ha permitido ser reconocida por la mayoría de la sociedad como una fuerza completamente diferente a las que, con mayor apoyo social, nos gobiernan. El limitado ascenso que le reconocen las encuestas creo que indican que por sí misma sigue siendo incapaz de constituir la nueva mayoría social a la que sus propios documentos aluden.
A pesar de ello, creo que a nadie cabe la menor duda de que IU es la fuerza primordial para generar una alternativa sólida a la actual situación y que si no es con su apoyo y presencia constante y directa será muy difícil que cuaje una alternativa capaz de poner fin al drama que estamos viviendo.
Algo parecido, aunque en sentido contrario, ocurre con tantos movimientos, organizaciones y asambleas que propugnan nuevas formas de acción política y representación y deliberación social. Están contribuyendo muy decisivamente a cambiar la manera de participar en la vida pública y de reaccionar ante las agresiones, pero por sí mismos son completamente incapaces de poner en pie un alternativa viable, eficaz, y capaz de echar abajo el entramado de corrupción y dominio oligárquico en el que estamos. Para ello se necesita mucha más diligencia y disciplina, mejor y más flexible organización, capacidad de operar en las instituciones y de tomar decisiones con rapidez y eficacia, determinación y no mero asambleísmo, tantas veces paralizante. Y, sobre todo, se precisa una voluntad decidida, que de momento no se ha expresado, al menos con claridad, de actuar como sujeto político y no solo como grupo de presión o referencia moral, por muy importante y necesario que esto sea.
Y a ambos polos les falta algo mucho más importante que las anteriores carencias: la capacidad efectiva de ir mucho más allá de ellos mismos, más lejos del mundo de IU o del que rodea y forman parte el 15-M, las mareas, las asambleas y movimientos diversos que últimamente se han puesto afortunadamente en marcha, y todos los cuales, eso sí, están desempeñando una tarea formidable y titánica para concienciar y movilizar a la población.
La mayoría social que se precisa no está solo en sus universos respectivos sino que hay que salir fuera de elllos. Está allí donde está una ciudadanía a la que aún no han llegado esos discursos, salvo en algunos, y por eso hemos de tomarlos como referenciales, como la lucha contra los desahucios, que han sabido centrar el eje de las luchas en valores o reivindicaciones de ciudadanía, y no en formulaciones abstractas y lejanas e incomprensibles para la mayoría de la gente corriente, o en posiciones ideológicas o lecturas históricas que ya solo comparte, para bien o para mal, una parte muy pequeña de la población.
Por eso, la primera tarea a abordar me parece que debería ser la de formular una propuesta conjunta de acción “traducida” a un lenguaje y a fórmulas políticas comprensibles y atractivas para quienes no forman parte de la cultura tradicional de la movilización social, expresada en el lenguaje de la mayoría de la población y no en la jerga de las vanguardias políticas de las izquierdas tradicionales.
¿Para cuándo un programa común de medidas de urgencia y a corto y medio plazo en el que se muestre con claridad el horizonte en positivo que se abre con quienes ofrecemos otro camino ante los problemas y las agresiones que la mayoría de la sociedad está sufriendo, un programa que se debate y difunda por todas las esquinas de España para que sea asumido y suscrito comprometidamente por todas las organizaciones, partidos, sindicatos, asociaciones, colectivos, o personas de cualquier tipo… ?
Hemos de ser conscientes, además, de que la gente no quiere contribuir a que se reproduzcan las viejas formas de hacer política y de representar a la población. Es posible que me equivoque pero yo creo que la gente desconfía ya demasiado de los partidos y de las organizaciones del viejo estilo. No digo que eso las obligue a desaparecer, ni mucho menos, pero tengo la seguridad de que quienes deseen apostar en firme por conformar nuevas mayorías sociales deben ofrecerse a la ciudadanía (y no limitarse a llamarla para que venga a ellos) como instrumentos novedosos y no como fines, y mostrar que están dispuestos a entender la vida política y actuar en ella de un modo distinto al hoy día predominante.
¿Por qué no negociar entre todos un nuevo Estatuto de la política y de la representación ciudadana que propicie una especie de nuevo contrato electoral y de representación con la ciudadanía, en el que se acuerde, por ejemplo, la revocabilidad de los mandatos y la forma para llevarla a cabo, los compromisos concretos de quienes resultasen elegidos en parlamentos, gobiernos o demás cargos institucionales, el papel de la deliberación social, las formas de generar y asegurar que se cumplan los mandatos desde abajo, los procesos de toma de decisiones bajo fórmulas de democracia directa, etc….?
Tenemos muy próxima ante nosotros una oportunidad histórica para demostrar que somos capaces de ofrecer a la sociedad todo eso, una nueva forma de ser y de hacer política, un compromiso diferente con la ciudadanía, una capacidad auténtica de transformar, un proyecto de verdadero cambio, de regeneración y de nuevos horizontes que es viable y posible de llevar a cabo. Me refiero a la próxima convocatoria de elecciones europeas en las que sería fundamental concurrir con una candidatura ciudadana plural, de base y de nuevo tipo, que no puede ser ni de una sigla ni de varias sino de la gente.
¿Por qué no avanzar ya hacia una candidatura que tenga como rostros los que quienes se han consolidado en estos últimos años como referentes de la lucha social y de la conciencia ciudadana, que no sea elaborada desde arriba como acuerdo entre direcciones sino desde abajo, mediante procedimientos (quizá elecciones primarias) que revelen las preferencias de las personas normales y corrientes y que hagan efectivo su mandato, para que ellas sean las dueñas de estos nuevos procesos y para que éstos sirvan, sobre todo, para empoderarlas cada vez más y se consiga así que quien decida a partir de ahora lo haga realmente en su nombre?
Espero que Izquierda Unida y las demás organizaciones implicadas en este reto estén a la altura, que innoven de verdad y que no sean conservadoras; y, al mismo tiempo, que también las personas “de abajo” estemos dispuestos a contribuir desde nuestras respectivas actividades y posiciones a que se haga realidad la nueva respuesta política que necesitamos, muy plural y abierta, transversal, generosa, radicalmente democrática y regeneradora, deliberativa pero contundente y eficaz, rigurosamente alternativa y transformadora, republicana, en el sentido más auténtico y amplio del término, y profundamente libre y ciudadana. La única capaz de acabar con las agresiones y los recortes que se ceban y hacen sufrir especialmente con las personas más desprotegidas y necesitadas de nuestra sociedad.
Si lo queremos hacer, vamos a poder hacerlo.
El pasado 25 de mayo, el Consejo Político Federal de Izquierda Unida hizo público un comunicado ratificando su compromiso para alcanzar un amplio acuerdo político y social destinado a “aglutinar en la movilización y en las luchas a quienes apuestan por una salida social de la crisis, configurada de forma colectiva, un lugar de encuentro y coordinación, de quienes desarrollamos la misma lucha en diferentes planos”. Convencida de que es el momento de “la rebelión democrática”, IU apuesta en el documento por “derribar tabiques, buscar puntos de encuentro, resaltar lo que nos une, minimizar lo que nos separa para coordinar esfuerzos y sobre todo sumar energías, de forma que nos planteemos, no sólo hacer frente a las agresiones del capital, sino sobre todo, construir una alternativa de futuro que dé sentido a las luchas que hoy desarrollan miles de personas en todo el Estado, una Alternativa con vocación de llegar a la mayoría social”.
En mi opinión es una buena propuesta política que muestra un modo generoso de acercase a los demás y que puede contribuir muy positivamente a dar la respuesta política efectiva que se precisa desde hace tanto tiempo para frenar la agresión que ahora realiza el Partido Popular.
Con ánimo de contribuir a esa iniciativa, se me ocurren algunas ideas que expreso con el simple deseo de evitar que se vuelva a ofrecer algo solo un poco diferente pero en esencia más de lo mismo que tenemos ahora.
Como digo, es muy valioso el ofrecimiento de Izquierda Unida pero al mismo tiempo creo que no se puede olvidar que mucha gente sigue viendo a esa fuerza política como una parte más, bien es cierto que distinta, del entramado partidario de la transición, de un modo viejo de hacer política. No se puede negar que IU ha estado siempre en posiciones alejadas de la que han mantenido los partidos mayoritarios, pero también lo es que sus continuas disensiones internas, casi siempre cerradas de modo traumático y poco ejemplar, los postulados arcaicos y dogmáticos que defiende una parte de su militancia, su incompleta apertura a las mujeres, ecologismos y otros movimientos alternativos, o la incoherencia de algunos de sus representantes en instituciones de gobierno o entidades financieras, no le ha permitido ser reconocida por la mayoría de la sociedad como una fuerza completamente diferente a las que, con mayor apoyo social, nos gobiernan. El limitado ascenso que le reconocen las encuestas creo que indican que por sí misma sigue siendo incapaz de constituir la nueva mayoría social a la que sus propios documentos aluden.
A pesar de ello, creo que a nadie cabe la menor duda de que IU es la fuerza primordial para generar una alternativa sólida a la actual situación y que si no es con su apoyo y presencia constante y directa será muy difícil que cuaje una alternativa capaz de poner fin al drama que estamos viviendo.
Algo parecido, aunque en sentido contrario, ocurre con tantos movimientos, organizaciones y asambleas que propugnan nuevas formas de acción política y representación y deliberación social. Están contribuyendo muy decisivamente a cambiar la manera de participar en la vida pública y de reaccionar ante las agresiones, pero por sí mismos son completamente incapaces de poner en pie un alternativa viable, eficaz, y capaz de echar abajo el entramado de corrupción y dominio oligárquico en el que estamos. Para ello se necesita mucha más diligencia y disciplina, mejor y más flexible organización, capacidad de operar en las instituciones y de tomar decisiones con rapidez y eficacia, determinación y no mero asambleísmo, tantas veces paralizante. Y, sobre todo, se precisa una voluntad decidida, que de momento no se ha expresado, al menos con claridad, de actuar como sujeto político y no solo como grupo de presión o referencia moral, por muy importante y necesario que esto sea.
Y a ambos polos les falta algo mucho más importante que las anteriores carencias: la capacidad efectiva de ir mucho más allá de ellos mismos, más lejos del mundo de IU o del que rodea y forman parte el 15-M, las mareas, las asambleas y movimientos diversos que últimamente se han puesto afortunadamente en marcha, y todos los cuales, eso sí, están desempeñando una tarea formidable y titánica para concienciar y movilizar a la población.
La mayoría social que se precisa no está solo en sus universos respectivos sino que hay que salir fuera de elllos. Está allí donde está una ciudadanía a la que aún no han llegado esos discursos, salvo en algunos, y por eso hemos de tomarlos como referenciales, como la lucha contra los desahucios, que han sabido centrar el eje de las luchas en valores o reivindicaciones de ciudadanía, y no en formulaciones abstractas y lejanas e incomprensibles para la mayoría de la gente corriente, o en posiciones ideológicas o lecturas históricas que ya solo comparte, para bien o para mal, una parte muy pequeña de la población.
Por eso, la primera tarea a abordar me parece que debería ser la de formular una propuesta conjunta de acción “traducida” a un lenguaje y a fórmulas políticas comprensibles y atractivas para quienes no forman parte de la cultura tradicional de la movilización social, expresada en el lenguaje de la mayoría de la población y no en la jerga de las vanguardias políticas de las izquierdas tradicionales.
¿Para cuándo un programa común de medidas de urgencia y a corto y medio plazo en el que se muestre con claridad el horizonte en positivo que se abre con quienes ofrecemos otro camino ante los problemas y las agresiones que la mayoría de la sociedad está sufriendo, un programa que se debate y difunda por todas las esquinas de España para que sea asumido y suscrito comprometidamente por todas las organizaciones, partidos, sindicatos, asociaciones, colectivos, o personas de cualquier tipo… ?
Hemos de ser conscientes, además, de que la gente no quiere contribuir a que se reproduzcan las viejas formas de hacer política y de representar a la población. Es posible que me equivoque pero yo creo que la gente desconfía ya demasiado de los partidos y de las organizaciones del viejo estilo. No digo que eso las obligue a desaparecer, ni mucho menos, pero tengo la seguridad de que quienes deseen apostar en firme por conformar nuevas mayorías sociales deben ofrecerse a la ciudadanía (y no limitarse a llamarla para que venga a ellos) como instrumentos novedosos y no como fines, y mostrar que están dispuestos a entender la vida política y actuar en ella de un modo distinto al hoy día predominante.
¿Por qué no negociar entre todos un nuevo Estatuto de la política y de la representación ciudadana que propicie una especie de nuevo contrato electoral y de representación con la ciudadanía, en el que se acuerde, por ejemplo, la revocabilidad de los mandatos y la forma para llevarla a cabo, los compromisos concretos de quienes resultasen elegidos en parlamentos, gobiernos o demás cargos institucionales, el papel de la deliberación social, las formas de generar y asegurar que se cumplan los mandatos desde abajo, los procesos de toma de decisiones bajo fórmulas de democracia directa, etc….?
Tenemos muy próxima ante nosotros una oportunidad histórica para demostrar que somos capaces de ofrecer a la sociedad todo eso, una nueva forma de ser y de hacer política, un compromiso diferente con la ciudadanía, una capacidad auténtica de transformar, un proyecto de verdadero cambio, de regeneración y de nuevos horizontes que es viable y posible de llevar a cabo. Me refiero a la próxima convocatoria de elecciones europeas en las que sería fundamental concurrir con una candidatura ciudadana plural, de base y de nuevo tipo, que no puede ser ni de una sigla ni de varias sino de la gente.
¿Por qué no avanzar ya hacia una candidatura que tenga como rostros los que quienes se han consolidado en estos últimos años como referentes de la lucha social y de la conciencia ciudadana, que no sea elaborada desde arriba como acuerdo entre direcciones sino desde abajo, mediante procedimientos (quizá elecciones primarias) que revelen las preferencias de las personas normales y corrientes y que hagan efectivo su mandato, para que ellas sean las dueñas de estos nuevos procesos y para que éstos sirvan, sobre todo, para empoderarlas cada vez más y se consiga así que quien decida a partir de ahora lo haga realmente en su nombre?
Espero que Izquierda Unida y las demás organizaciones implicadas en este reto estén a la altura, que innoven de verdad y que no sean conservadoras; y, al mismo tiempo, que también las personas “de abajo” estemos dispuestos a contribuir desde nuestras respectivas actividades y posiciones a que se haga realidad la nueva respuesta política que necesitamos, muy plural y abierta, transversal, generosa, radicalmente democrática y regeneradora, deliberativa pero contundente y eficaz, rigurosamente alternativa y transformadora, republicana, en el sentido más auténtico y amplio del término, y profundamente libre y ciudadana. La única capaz de acabar con las agresiones y los recortes que se ceban y hacen sufrir especialmente con las personas más desprotegidas y necesitadas de nuestra sociedad.
Si lo queremos hacer, vamos a poder hacerlo.
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