Pepe Gutiérrez-Álvarez
Vicepresidente de la Fundació Andreu Nin
Un acto excepcional de reconocimiento de la figura de Andreu Nin tendrá lugar este lunes en el Parlament de Catalunya. Muchos nos frotaremos los ojos o nos pellizcaremos para estar seguros de que no es un sueño. También habrá quien tragará saliva al recordar una vez más el asesinato de este dirigente histórico del movimiento obrero internacional y las calumnias que se lanzaron contra él y sus compañeros de partido, el POUM.
Una mujer tenaz, Maria Teresa Carbonell, tomará la palabra tras la presidenta de la cámara para señalar la necesidad de reparar una tremenda injusticia histórica. Lo hará, seguramente, con referencias a la experiencia, a las grandes esperanzas revolucionarias y a las derrotas, a la barbarie burocrática estalinista y a la represión que padecieron los suyos, pero también a la necesidad de tomar conciencia sobre quienes son hoy en día las principales víctimas de la crisis de un sistema en descomposición.
El acto del Parlament, para ella, es importante en la medida en que sirve para “reflexionar sobre lo que significaron el POUM y otras organizaciones revolucionarias, que fueron capaces de resistir a la presiones del aparato estalinista”.
Tiene 87 años. Nadie puede representar mejor que ella a quienes han batallado durante décadas para mantener vivo el legado de Andreu Nin y han asumido la responsabilidad de recuperar para la sociedad la memoria de un revolucionario catalán, intelectual y activista, comunista, profundamente demócrata e inequívoco defensor del derecho de los pueblos a decidir su futuro.
Maria Teresa Carbonell dice de él que fue “un revolucionario marxista de verdad, una persona creativa, entusiasta y honesta”. Recuerda que vivió durante 10 años en la URSS y que “supo comprender, a la vista de lo que sucedía, la degeneración de aquel régimen político”.
Ella preside la Fundació Andreu Nin, una entidad cultural singularmente activa y pluralista, un punto de encuentro y reflexión para gentes de izquierdas de sensibilidad política diversa, pero que comparten la necesidad de acabar con el capitalismo y construir una sociedad más justa sobre sus ruinas.
Es una entidad modesta, pero su influencia crece. Mantiene una actividad constante, organiza regularmente conferencias y coloquios, presentaciones de libros, proyecciones, jornadas de debate en torno a personalidades de la cultura, el arte y el pensamiento revolucionario. “Yo sirvo como punto de equilibrio”, dice.
Señala que “es una fundación, no un partido”, que trata de conservar y difundir la memoria del POUM como referente y que “reúne a gentes de diferentes organizaciones con las mismas ideas”. Insiste en que “deberían estar juntas y hacer un trabajo en común”.
Maria Teresa Carbonell forma parte del grupo de mujeres doblemente olvidadas, tal como fueran reconocidas las mujeres del POUM en un documental de Jordi Gordon, difundido en una exposición itinerante sobre este partido y proyectado en diferentes ciudades y pueblos. Mujeres que, salvo excepciones como la capitana del ejército republicano, Mika Etchebéhère, o Teresa Rebull, que en los 60 fue pionera de la “Nova cançó”, trabajaron a menudo en un segundo plano, pero que estuvieron presentes en todas las batallas y fueron víctimas de una doble o triple represión, por su condición de militantes feministas, antifascistas y antistalinistas.
Recuerda a mujeres como su madre, Lluisa Carbonell, o a Maria Teresa García Banús, Pilar Santiago, Olivia Castellví, Olga Tareeva, Lluisa Ariño, Katia Landau … que dieron vida al secretariado femenino del POUM, una organización pensada para “llegar a las mujeres de la clase obrera, casi siempre desentendidas de la política, porque pensaban que era cosa de hombres”. Editaron la revista Emancipación, se dirigían por igual a “amas de casa, empleadas o agricultoras”, para quienes organizaban cursos de lectura, idiomas, enfermería, sexualidad…
Fue la compañera de Wilebaldo Solano, histórico dirigente del POUM, fallecido hace tres años. Explica que le conoció de niña en su casa de Barcelona, cuando su familia le dio refugio para ponerle a salvo de le persecución estalinista. Fue en 1937, después de los hechos de mayo. El 16 de junio de aquel año, precisamente, fue el día en que Wilebaldo vio a Andreu Nin por última vez, poco antes de ser secuestrado por policías españoles al servicio de la KGB, en las Ramblas de Barcelona, frente al Palau de la Virreina.
La vida del POUM se complicó mucho más a partir de entonces. Primero la ilegalización, la persecución, las detenciones… luego la derrota, los fusilamientos, el exilio, los campos de concentración… Antes de que acabara la guerra la mayor parte de sus dirigentes estaban encarcelados. Los que habían logrado escapar a la represión estalinista pasaron a la lucha clandestina bajo el franquismo sin haber salido de la clandestinidad republicana.
El POUM desapareció como partido en los años 70. Wilebaldo Solano, Maria Teresa Carbonell y otros muchos compañeros de la Fundació Andreu Nin trabajaron y trabajan incansablemente con medios escasos para mantener vivo su legado. A ellos se debe sobre todo que este lunes el Parlament de Catalunya dé acogida a un acto sobre la trayectoria política de Andreu Nin y sobre su vida, dedicada al servicio de la emancipación social y nacional. Pero este evento tiene además una connotación esperanzadora. Algo ha cambiado y cambia en la situación política que hace posible que partidos con representación parlamentaria, como ERC, ICV-EUiA, PSC i la CUP, con trayectorias e historia muy diversa, hayan decidido hacer posible y participar en un acto de homenaje a quien fue secretario general de la CNT, dirigente de la Internacional Comunista y secretario del POUM.
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