Esther Vivas
¿Quién es la Troika? Un año atrás muy pocos sabían dar respuesta a esta pregunta. La conocíamos de referencias, por cierto nada buenas, de su estancia en Grecia. La Troika era sinónimo de austeridad, ajustes y recortes o lo que es lo mismo penuria, hambre y paro. Pero no fue hasta la llegada del tan negado rescate, en junio del 2012, que los “hombres de negro” y “la Troika” se convirtieron en habituales de la familia. Hoy, un año después, la gente, harta, sale a la calle para decir claro y fuerte: “Troika, go home!”.
La historia se repite. Y del mismo modo que en muchos países del Sur en los años 90 y 2000 vimos manifestaciones masivas contra el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, a quienes el pueblo acusaba de condenarles a la miseria. Ahora la gente, aquí, se manifiesta contra la Troika. O lo que es lo mismo: el Fondo Monetario Internacional, la Comisión Europea y el Banco Central Europeo. Hemos cambiado un banco, por otro de la misma especie. La lógica, pero, es la de siempre.
Las relaciones centro-periferia que antes se daban a nivel global, actualmente se repiten en la Unión Europea. Y los países de la periferia del continente, nos hemos convertido en las nuevas colonias, o fuentes de negocio, del capital financiero. Si antaño, en el Sur, se aplicaban los llamados Planes de Ajuste Estructural que decían querer hacer más sostenible la deuda, como si la miseria y la pobreza a la que les sometían pudiese ser sostenible; ahora nos hablan de “ayudas” y “rescates” que… nos hunden en la miseria.
La deuda continua siendo el yugo que se impone a los pobres. Un mecanismo de control y supeditación de los pueblos. Un instrumento infalible de transferencia de recursos, o para ser más precisos de expolio, del Sur al Norte, ya sea a escala global o europea. Y un argumento para reducir los derechos de la mayoría y generar más beneficios al capital, recortando servicios públicos y privatizándolos de forma encubierta. El pago de la deuda que nos imponen, que, por cierto, no es nuestra, es la excusa perfecta para aplicar un plan largamente planificado. De este modo, a la estafa se la llama crisis y al robo deuda.
¿Quién es la Troika? Un año atrás muy pocos sabían dar respuesta a esta pregunta. La conocíamos de referencias, por cierto nada buenas, de su estancia en Grecia. La Troika era sinónimo de austeridad, ajustes y recortes o lo que es lo mismo penuria, hambre y paro. Pero no fue hasta la llegada del tan negado rescate, en junio del 2012, que los “hombres de negro” y “la Troika” se convirtieron en habituales de la familia. Hoy, un año después, la gente, harta, sale a la calle para decir claro y fuerte: “Troika, go home!”.
La historia se repite. Y del mismo modo que en muchos países del Sur en los años 90 y 2000 vimos manifestaciones masivas contra el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, a quienes el pueblo acusaba de condenarles a la miseria. Ahora la gente, aquí, se manifiesta contra la Troika. O lo que es lo mismo: el Fondo Monetario Internacional, la Comisión Europea y el Banco Central Europeo. Hemos cambiado un banco, por otro de la misma especie. La lógica, pero, es la de siempre.
Las relaciones centro-periferia que antes se daban a nivel global, actualmente se repiten en la Unión Europea. Y los países de la periferia del continente, nos hemos convertido en las nuevas colonias, o fuentes de negocio, del capital financiero. Si antaño, en el Sur, se aplicaban los llamados Planes de Ajuste Estructural que decían querer hacer más sostenible la deuda, como si la miseria y la pobreza a la que les sometían pudiese ser sostenible; ahora nos hablan de “ayudas” y “rescates” que… nos hunden en la miseria.
La deuda continua siendo el yugo que se impone a los pobres. Un mecanismo de control y supeditación de los pueblos. Un instrumento infalible de transferencia de recursos, o para ser más precisos de expolio, del Sur al Norte, ya sea a escala global o europea. Y un argumento para reducir los derechos de la mayoría y generar más beneficios al capital, recortando servicios públicos y privatizándolos de forma encubierta. El pago de la deuda que nos imponen, que, por cierto, no es nuestra, es la excusa perfecta para aplicar un plan largamente planificado. De este modo, a la estafa se la llama crisis y al robo deuda.
A marchas
forzadas, hemos aprendido el significado de la Troika, pero, también, el
de otros conceptos como indignación, rebeldía y desobediencia. Y nos
levantamos hoy, en más de 100 ciudades de toda Europa, como “pueblos
unidos contra la Troika”. Porque sí se puede.
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