Pablo Iglesias
Una marea verde en defensa de la lengua y de la educación pública. Hacía tiempo que no participaba en una manifestación así. Varios medios aseguran que se trata de la movilización más grande en toda la historia de Mallorca.
Una marea verde en defensa de la lengua y de la educación pública. Hacía tiempo que no participaba en una manifestación así. Varios medios aseguran que se trata de la movilización más grande en toda la historia de Mallorca.
Los portavoces de la
ultraderecha mediática se han apresurado en defender desde sus cuentas
de Twitter al gobierno de Bauzá y en denunciar que la izquierda y el
independentismo están “detrás” de la protesta. No han entendido nada y
en su necedad sectaria son incapaces de distinguir la diferencia entre
enfrentar a la izquierda y enfrentar a la sociedad civil. Hoy
eran decenas si no cientos de miles los que marchaban, y eran familias
con niños, adolescentes, universitarios, jubilados, parados,
trabajadores. De las ventanas y balcones asomaban ciudadanos que
agitaban sábanas teñidas de verde, camisetas e incluso calzoncillos. En
la marcha estaban todas las izquierdas y los sindicatos, pero estaban
acompañando a la sociedad civil. Todos los activistas y dirigentes
políticos a los que he preguntado, muchos de ellos participantes activos
en el movimiento, reconocían que la huelga no partió de las
organizaciones de la izquierda ni de los sindicatos, sino que fue la
autoorganización de los profesores (Assemblea de docents) y del conjunto
de la comunidad educativa la que encendió la mecha del mayor desafío al
gobierno del PP en Baleares.
Pero que la derecha no
entienda la diferencia entre una movilización de la izquierda y una
movilización popular está dentro de lo previsible. El problema aparece
cuando la izquierda no termina de entender que las expresiones más
poderosas de resistencia social a la crisis-estafa no están proviniendo
de las iniciativas de movilización de la izquierda. El peso de la
resistencia social a los recortes, desde el 15M, pasando por las mareas y
el movimiento “Stop desahucios”, hasta las movilizaciones de la
comunidad educativa en Baleares, no fueron planificadas por ninguna
dirección política de la izquierda. Ello no es necesariamente algo bueno
pero es la realidad.
La primera prueba de
ello es que esa misma derecha mediática que tenía cogida la medida a la
izquierda política que conocía, suda para enfrentar las razones de la
indignación social. La segunda es que los portavoces políticos de
izquierdas que más llegan a la gente y que mejor enfrentan a los
ideólogos mediáticos de la derecha, son aquellos más cercanos a la
movilización; las CUP en Cataluña que llevan la movilización en su ADN,
Sabino Cuadra de Amaiur, Xosé Manuel Beiras de Anova, Diego Cañamero del
SAT o Alberto Garzón de IU, son las referencias de la izquierda más
cercanas a la sociedad civil. Nadie debe olvidar que la imagen de la
portavoz de la PAH, Ada Colau, llamando criminales a los bancos en sede
parlamentaria, se convirtió en el ejemplo de lo que debe ser un
parlamentario de izquierdas (y Ada no era parlamentaria).
Por eso hablar de la
unidad de la izquierda no es sólo hablar de pactos, de listas y de sopas
de siglas, sino de la posibilidad de que la izquierda contribuya a la
articulación de la sociedad civil siendo capaz de traducir la
resistencia social en discursos y desafíos políticos. Pero para eso, la
izquierda tiene que tener portavoces que los movimientos reconozcan como
propios.
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