Vicenç Navarro
Interesante notar que existe una percepción promovida por los establishments políticos y mediáticos conservadores (y algunos autodefinidos como progresistas) de que el 15-M fue un movimiento que, pese a la atención mediática que tuvo, dejó poco, desapareciendo sin más. Tal percepción es errónea en varios sentidos. En primer lugar, porque el 15-M no ha desaparecido. En realidad, continúa y se reproduce en distintas formas, que van desde los altamente efectivos “yayoflautas” a las PAH (Plataforma de Afectados por la Hipoteca), entre muchos otros. El movimiento 15-M continúa vivo y continuará creciendo y apareciendo en distintas formas.
Es más, el movimiento15-M ha introducido en el debate político los temas centrales de la vida política del país, como la escasísima representatividad de las instituciones democráticas españolas y la corrupción extendida que existe en estas instituciones, resultado de la estrechez que existe en España entre los poderes económicos y financieros por un lado, y los partidos políticos por el otro. Los eslóganes “no nos representan”, ampliamente conocido como acertado por la gran mayoría de la ciudadanía (el 74% de la población está de acuerdo con ello) y “no hay pan para tanto chorizo” despiertan aprobación en grandes sectores de la ciudadanía.
En realidad, esta situación de desafección con las instituciones representativas, puesta al descubierto por el movimiento 15-M y sus derivaciones, amenaza a la insuficiente democracia española a que pierda su legitimidad, pues la protesta popular –bien expresada por el movimiento 15-M- critica su limitadísima representatividad, exigiendo el desarrollo de una auténtica democracia basada en la activa participación de la ciudadanía en la gobernanza del país.
Y un signo de esta falta de representatividad es la respuesta de dichas instituciones -llamadas democráticas- a este clamor popular: la represión. El aparato del Estado, con grandes sectores heredados del régimen dictatorial anterior, ha respondido con una enorme represión orientada a silenciar cualquier voz crítica frente a una situación que debería considerarse intolerable por cualquier persona con sensibilidad democrática. Hoy estamos viendo la imposición de políticas públicas (que nunca estuvieron en los programas electorales de los partidos gobernantes que las llevan a cabo) que están dañando a las clases populares y que tienen como fin satisfacer las necesidades e intereses del capital financiero nacional e internacional (bajo el lema de que hay que “dar confianza a los mercados financieros”), al cual se le paga con los recortes del ya escasamente financiado Estado del Bienestar español, habiéndosele ya transferido fondos públicos procedentes en su mayoría de las clases populares (clase trabajadora y clase media) que sostienen financieramente (a través de sus impuestos) al Estado, que ahora reprime cualquier voz crítica. Lo que hoy ocurre en nuestro país es un insulto a la dignidad democrática de millones de españoles que contribuyeron con sus movilizaciones a que la dictadura terminara y que la democracia, con todas sus limitaciones, se estableciera en España.
La respuesta del establishment
La represión, sin embargo, no es suficiente. De ahí que el establishment esté respondiendo con propuestas que intentan adaptar las instituciones representativas a esta demanda de una mayor democracia que existe ya hoy y que está amenazando su propia legitimidad.
Y así, han aparecido el Manifiesto de los Cien, firmado predominantemente por economistas (muchos de ellos conocidos proponentes de las políticas de austeridad que se han estado imponiendo a la población española durante estos años) y el grupo +Democracia, orientados al Congreso de los Diputados, haciendo sugerencias de cómo democratizar a los partidos representados en las Cortes. Tanto el Manifiesto como el grupo +Democracia han surgido en respuesta directa al movimiento 15-M. Y ellos mismos, paradójicamente, han sido presentados por los medios como el “15-M realista”, adjetivo que suele utilizarse en los mayores medios como señal de respetabilidad y aprobación.
Analizando sus propuestas, parece claro que del 15-M no tienen nada. La utilización del nombre 15-M en su promoción y presentación en los medios es totalmente inapropiada y oportunista en extremo. Es un intento de presentarse como reformistas, cuando gran número de ellos han sido autores y diseñadores de políticas públicas que hoy, además de ser antidemocráticas, son enormemente impopulares.
No quisiera con ello desmerecer algunas de las propuestas que estos grupos y firmantes hacen en sus documentos, como por ejemplo la existencia de primarias, la necesidad de mayor transparencia o la regulación de los lobbies, entre otras medidas. Son medidas que podrían mejorar los escasamente democráticos partidos políticos. Una pregunta, por cierto, que debería hacerse (y que en general no se ha hecho), es ¿por qué no propusieron estos cambios cuando gobernaban?
No hay duda de que lo hacen ahora porque ha habido una gran presión popular, y muy en particular, porque ha habido el movimiento 15-M. Pero estas recomendaciones distan mucho de las realizadas por el 15-M. En realidad, están hechas para desinflar al 15-M. Me explico. El punto central del 15-M es exigir la activa participación de la ciudadanía en la gobernanza del país, denunciando tanto el carácter escasamente democrático de los partidos y de la ley electoral existente (y el modus operandi de las Cortes Españolas o del Parlament de Catalunya, a los cuales rodearon en protesta), como la monopolización del concepto de democracia única y exclusivamente por la vía indirecta, es decir, representativa. Activa participación de la ciudadanía incluye formas de democracia directa, con el ejercicio de referéndums vinculantes, a nivel de todo el Estado, así como a nivel autonómico y local o municipal, formas que no sólo no aparecen en sus recomendaciones, sino que son claramente rechazadas por los grupos del establishment, utilizando además la terminología antidemocrática (sí, antidemocrática) del establishment conservador (de todas sensibilidades políticas). Así, en una entrevista en El Siglo (17-23 de junio) uno de los mayores proponentes del grupo +Democracia rechaza estas formas de democracia directa, definiéndola como “demagógica”, “fácilmente manipulable”, “falta de responsabilidad”, y un largo número de epítetos.
Considero extraordinario que este personaje se presente como demócrata, definiendo la democracia directa como intrínsecamente manipulable demagógicamente. Puesto que esta manera antidemócrata de asumir la democracia directa es bastante extendida en España se requiere una respuesta. En realidad, gran parte de los países llamados democráticos tienen formas de democracia directa. EEUU, sistema político al cual he criticado extensamente, tiene, sin embargo, una democracia directa ampliamente extendida. Por cada elección a través de la democracia representativa (muy criticada en EEUU por sus enormes limitaciones) hay miles y miles de referéndums vinculantes. En realidad, la falta de referéndums en España se debe precisamente al temor que los autores de la insuficiente y limitadísima Constitución española tenían a la activa participación ciudadana, tal y como han reconocido algunos llamados Padres de la Constitución. La enorme oposición a un referéndum en Catalunya es parte de este temor a la expresión popular de lo que la población desea: ¿en base a qué principio se le puede prohibir a una población su derecho democrático de expresarse sobre el tema que desee? Una de las áreas más asfixiantes que tiene la democracia española es la abusiva limitación de que la democracia consista en votar cada cuatro años, según unas leyes electorales escasamente representativas, eligiendo programas electorales que raramente se respetan y se cumplen. ¿Es esto democracia? Lo que se requiere es mucho más de lo que el establishment –representado en estos grupos- está proponiendo. Sus propuestas, al excluir la introducción de otras formas de democracia, más vivas que la representativa, obstaculizan el pleno desarrollo democrático que los movimientos sociales están exigiendo.
Interesante notar que existe una percepción promovida por los establishments políticos y mediáticos conservadores (y algunos autodefinidos como progresistas) de que el 15-M fue un movimiento que, pese a la atención mediática que tuvo, dejó poco, desapareciendo sin más. Tal percepción es errónea en varios sentidos. En primer lugar, porque el 15-M no ha desaparecido. En realidad, continúa y se reproduce en distintas formas, que van desde los altamente efectivos “yayoflautas” a las PAH (Plataforma de Afectados por la Hipoteca), entre muchos otros. El movimiento 15-M continúa vivo y continuará creciendo y apareciendo en distintas formas.
Es más, el movimiento15-M ha introducido en el debate político los temas centrales de la vida política del país, como la escasísima representatividad de las instituciones democráticas españolas y la corrupción extendida que existe en estas instituciones, resultado de la estrechez que existe en España entre los poderes económicos y financieros por un lado, y los partidos políticos por el otro. Los eslóganes “no nos representan”, ampliamente conocido como acertado por la gran mayoría de la ciudadanía (el 74% de la población está de acuerdo con ello) y “no hay pan para tanto chorizo” despiertan aprobación en grandes sectores de la ciudadanía.
En realidad, esta situación de desafección con las instituciones representativas, puesta al descubierto por el movimiento 15-M y sus derivaciones, amenaza a la insuficiente democracia española a que pierda su legitimidad, pues la protesta popular –bien expresada por el movimiento 15-M- critica su limitadísima representatividad, exigiendo el desarrollo de una auténtica democracia basada en la activa participación de la ciudadanía en la gobernanza del país.
Y un signo de esta falta de representatividad es la respuesta de dichas instituciones -llamadas democráticas- a este clamor popular: la represión. El aparato del Estado, con grandes sectores heredados del régimen dictatorial anterior, ha respondido con una enorme represión orientada a silenciar cualquier voz crítica frente a una situación que debería considerarse intolerable por cualquier persona con sensibilidad democrática. Hoy estamos viendo la imposición de políticas públicas (que nunca estuvieron en los programas electorales de los partidos gobernantes que las llevan a cabo) que están dañando a las clases populares y que tienen como fin satisfacer las necesidades e intereses del capital financiero nacional e internacional (bajo el lema de que hay que “dar confianza a los mercados financieros”), al cual se le paga con los recortes del ya escasamente financiado Estado del Bienestar español, habiéndosele ya transferido fondos públicos procedentes en su mayoría de las clases populares (clase trabajadora y clase media) que sostienen financieramente (a través de sus impuestos) al Estado, que ahora reprime cualquier voz crítica. Lo que hoy ocurre en nuestro país es un insulto a la dignidad democrática de millones de españoles que contribuyeron con sus movilizaciones a que la dictadura terminara y que la democracia, con todas sus limitaciones, se estableciera en España.
La respuesta del establishment
La represión, sin embargo, no es suficiente. De ahí que el establishment esté respondiendo con propuestas que intentan adaptar las instituciones representativas a esta demanda de una mayor democracia que existe ya hoy y que está amenazando su propia legitimidad.
Y así, han aparecido el Manifiesto de los Cien, firmado predominantemente por economistas (muchos de ellos conocidos proponentes de las políticas de austeridad que se han estado imponiendo a la población española durante estos años) y el grupo +Democracia, orientados al Congreso de los Diputados, haciendo sugerencias de cómo democratizar a los partidos representados en las Cortes. Tanto el Manifiesto como el grupo +Democracia han surgido en respuesta directa al movimiento 15-M. Y ellos mismos, paradójicamente, han sido presentados por los medios como el “15-M realista”, adjetivo que suele utilizarse en los mayores medios como señal de respetabilidad y aprobación.
Analizando sus propuestas, parece claro que del 15-M no tienen nada. La utilización del nombre 15-M en su promoción y presentación en los medios es totalmente inapropiada y oportunista en extremo. Es un intento de presentarse como reformistas, cuando gran número de ellos han sido autores y diseñadores de políticas públicas que hoy, además de ser antidemocráticas, son enormemente impopulares.
No quisiera con ello desmerecer algunas de las propuestas que estos grupos y firmantes hacen en sus documentos, como por ejemplo la existencia de primarias, la necesidad de mayor transparencia o la regulación de los lobbies, entre otras medidas. Son medidas que podrían mejorar los escasamente democráticos partidos políticos. Una pregunta, por cierto, que debería hacerse (y que en general no se ha hecho), es ¿por qué no propusieron estos cambios cuando gobernaban?
No hay duda de que lo hacen ahora porque ha habido una gran presión popular, y muy en particular, porque ha habido el movimiento 15-M. Pero estas recomendaciones distan mucho de las realizadas por el 15-M. En realidad, están hechas para desinflar al 15-M. Me explico. El punto central del 15-M es exigir la activa participación de la ciudadanía en la gobernanza del país, denunciando tanto el carácter escasamente democrático de los partidos y de la ley electoral existente (y el modus operandi de las Cortes Españolas o del Parlament de Catalunya, a los cuales rodearon en protesta), como la monopolización del concepto de democracia única y exclusivamente por la vía indirecta, es decir, representativa. Activa participación de la ciudadanía incluye formas de democracia directa, con el ejercicio de referéndums vinculantes, a nivel de todo el Estado, así como a nivel autonómico y local o municipal, formas que no sólo no aparecen en sus recomendaciones, sino que son claramente rechazadas por los grupos del establishment, utilizando además la terminología antidemocrática (sí, antidemocrática) del establishment conservador (de todas sensibilidades políticas). Así, en una entrevista en El Siglo (17-23 de junio) uno de los mayores proponentes del grupo +Democracia rechaza estas formas de democracia directa, definiéndola como “demagógica”, “fácilmente manipulable”, “falta de responsabilidad”, y un largo número de epítetos.
Considero extraordinario que este personaje se presente como demócrata, definiendo la democracia directa como intrínsecamente manipulable demagógicamente. Puesto que esta manera antidemócrata de asumir la democracia directa es bastante extendida en España se requiere una respuesta. En realidad, gran parte de los países llamados democráticos tienen formas de democracia directa. EEUU, sistema político al cual he criticado extensamente, tiene, sin embargo, una democracia directa ampliamente extendida. Por cada elección a través de la democracia representativa (muy criticada en EEUU por sus enormes limitaciones) hay miles y miles de referéndums vinculantes. En realidad, la falta de referéndums en España se debe precisamente al temor que los autores de la insuficiente y limitadísima Constitución española tenían a la activa participación ciudadana, tal y como han reconocido algunos llamados Padres de la Constitución. La enorme oposición a un referéndum en Catalunya es parte de este temor a la expresión popular de lo que la población desea: ¿en base a qué principio se le puede prohibir a una población su derecho democrático de expresarse sobre el tema que desee? Una de las áreas más asfixiantes que tiene la democracia española es la abusiva limitación de que la democracia consista en votar cada cuatro años, según unas leyes electorales escasamente representativas, eligiendo programas electorales que raramente se respetan y se cumplen. ¿Es esto democracia? Lo que se requiere es mucho más de lo que el establishment –representado en estos grupos- está proponiendo. Sus propuestas, al excluir la introducción de otras formas de democracia, más vivas que la representativa, obstaculizan el pleno desarrollo democrático que los movimientos sociales están exigiendo.
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